ReMine… aquellos tiempos mineros

Cuando tenía siete años, hubo un accidente mortal en el pozo Figaredo. En esa explotación, y al turno del siniestro, trabajaba mi padre.

Mi madre y yo seguimos la noticia a través de un programa de Antena 3, «A toda página». Ya casi al final de la emisión, los mineros consiguieron sacar al trabajador fallecido. Lo llevaban entre cuatro, en una camilla tapada por completo con una manta blanca. En un extremo de la imagen, aparecía mi padre aplaudiendo el rescate. Tenía la cara desencajada, los ojos llenos de lágrimas y miraba a la cámara. En realidad, parecía que miraba a la audiencia. Tenía el semblante serio, como yo nunca se lo había visto, y el mentón alto.

Ese día, con siete años, fui plenamente consciente de que mi padre podría haber sido el  hombre que no respiraba y que iba tapado en la camilla con una manta blanca. Mi madre podría haber sido aquella mujer que esperaba en la caña del pozo, llorando como si alguien desgarrara su alma.

Fue doloroso. No volví a dormir sin pesadillas cuando mi padre estaba al turno de noche. Esperaba despierta, hasta que llegaba en un viejo Land Rover, cuando estaba en el turno de tarde. Lo mejor era el turno de mañanas, porque yo estaba en la escuela y casi ni me enteraba de que el tiempo pasaba. Cuando escuchaba el turullu del pozo Santiago, imaginaba que también estaba sonando en Figaredo. Iba corriendo a casa para esperar por mi padre y comer con él.

Eso es lo que hace especial a la familia minera. El saber que, en cualquier momento, tu vida puede dar un giro dramático. Algunos dicen que el carácter se nos agria. Yo creo que no, que cada día que pasas con la vida intacta, eres más y más feliz.

Soportar esa angustia sin un buen grupo de apoyo, sería imposible. De ahí el término familia minera y la unión de los trabajadores. En las duras y en las maduras.

La familia minera, con todos sus pros y sus contras, es la gran protagonista de la exitosa película «ReMine» (premiada en festivales de España y de fuera y aspirante a seis premios Goya). Dicen que es la historia del último movimiento obrero, pero yo creo que es mucho más.

Rodada en las movilizaciones del verano de 2012, recoge cada corte de carretera, cada paso de la «Marcha Negra» y cada suspiro de las mujeres que esperaban por los encerrados en los pozos. No hay voz en off, ni conductor, ni actores profesionales. Sólo los mineros, su lucha y la cámara.

Una lucha que terminó como ninguno queríamos y que nos deja un sabor agridulce. Dulce porque muchos mineros (no todos) demostraron que aún saben pelear. Que el pueblo los apoya. Agrio, porque el Gobierno no se arrugó ni un poco. Y porque los sindicatos (no lo digo yo, se nota y se siente en la película) no estuvieron a la altura.

José Ángel Fernández Villa, que se deja ver en primera fila de la «Marcha Negra» (dando un paseo cortito, eso sí) y a la salida de la jaula que transportaba a los encerrados del pozo Santiago, aprovechó el movimiento de la clase obrera para presuntamente blanquear 1,3 millones de euros. Para agarrarse con las dos manos a la amnistía fiscal que había decretado el mismo gobierno contra el que los afiliados a su sindicato peleaban.

En un momento de la cinta, uno de los trabajadores que hacía la «Marcha Negra» dice que «aún no sé lo que piden estos». Se refería a las centrales. Ellos se calzaron los zapatos y caminaron más de cuatrocientos kilómetros para defender su pan, sin saber lo que buscaban los de arriba.

Les mereció la pena. Sólo porque no hubo ni un sólo pueblo, y esto lo dijo el director del filme (Marcos Merino), que no los aplaudiera.

«Gracies, paisano, finu», le grita uno de los mineros a un señor que vitoreaba a la marcha como si se fuera a acabar el mundo. Ocurrió en una localidad del centro de España, aún faltaban cien kilómetros para llegar a Madrid.

Ni el «paisano finu» ni el minero sabían lo que esperaba en la capital. Una auténtica multitud ovacionó a los héroes del carbón. «Esto ye acojonante», dijo uno de los participantes en la «Marcha Negra» a la cámara. Y fue la primera vez que intentó forzar al director a soltar prenda: «Dime la verdad, Marcos, ¿Tu esperabes esto?». Creo que Marcos le dijo que no, porque al minero se le empañaron los ojos.

La noche mágica pasó rápido, y la mañana llegó triste. La siempre bienintencionada Esperanza Aguirre ironizó con la protesta. «¿Masivo? (en referencia al apoyo que habían recibido los mineros) para salir concejal en el Ayuntamiento de Madrid hay que llenar tres veces el Bernabéu de personas diferentes».

Nadie le dijo a Aguirre que sólo hace falta un minero para hacerla callar.

Después de tanto esfuerzo, de tanta lucha y de tantas ganas de seguir arrancando carbón, el final resulta decepcionante.

No es cosa de ReMine. Es cosa de la vida.

5 comentarios en “ReMine… aquellos tiempos mineros

  1. Minero retirado dijo:

    Carmencita el sindicato lo forman sus afiliados, en Hunosa el 98% y si no están a la altura algo de culpa tendrán esos mineros. No vale el «que hay de lo mío».
    Parece ser que la moda sigue siendo desprestigiar a los sindicatos que entre otras cosas también se encargan de llevarle flores a esos que dejaron la vida en sus puestos de trabajo.
    el sindicato no es Fernández Villa.

    Me gusta

    • Carmen María Basteiro dijo:

      No corren buenos tiempos para los sindicatos por culpa de todo lo que hicieron los de arriba. Y de eso , de que Villa blanquearA 1,3 millones, solo tiene culpa Villa. Ahora bien, por supuesto que nadie está libre de culpa. Yo misma, que estudié gracias a la prejubilación de mi padre, sólo fui a un par de Manifestaciones ese verano. Y como yo, la mayoría de los hijos de prejubilados/jubilados de Hunosa. Nos puede y nos debe de dar vergüenza… Gracias por comentar.

      Me gusta

  2. Minero retirado dijo:

    No Carmencita, los sindicatos siempre fueron y son un estorbo para los gobiernos,para el capital.de ahí que quieran hundirlos.
    Y lo mas grave! para quien no corren buenos tiempos es para los trabajadores.

    Me gusta

Deja un comentario